2015-2016 - 24 de abril de 2016
NO PERDER LA IDENTIDAD
Como yo os he amado.
Jesús se está
despidiendo de sus discípulos. Dentro de muy poco, ya no lo tendrán con ellos.
Jesús les habla con ternura especial: «Hijitos míos, me queda poco de estar
con vosotros». La comunidad es pequeña y frágil. Acaba de nacer. Los
discípulos son como niños pequeños. ¿Qué será de ellos si se quedan sin el
Maestro?
Jesús les hace un
regalo:
«Os doy un mandato nuevo: que os améis unos a otros como yo os
he amado». Si se quieren mutuamente con el amor con que Jesús los ha
querido, no dejarán de sentirlo vivo en medio de ellos. El amor que han
recibido de Jesús seguirá difundiéndose entre los suyos.
Por eso, Jesús
añade: «La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos
será que os amáis unos a otros». Lo que permitirá descubrir que una
comunidad que se dice cristiana es realmente de Jesús, no será la confesión de
una doctrina, ni la observancia de unos ritos, ni el cumplimiento de una
disciplina, sino el amor vivido con el espíritu de Jesús. En ese amor está su
identidad.
Vivimos en una
sociedad donde se ha ido imponiendo la "cultura del intercambio". Las
personas se intercambian objetos, servicios y prestaciones. Con frecuencia, se
intercambian además sentimientos, cuerpos y hasta amistad. Eric Fromm llegó a
decir que "el amor es un fenómeno marginal en la sociedad
contemporánea". La gente capaz de amar es una excepción.
Probablemente sea un
análisis excesivamente pesimista, pero lo cierto es que, para vivir hoy el amor
cristiano, es necesario resistirse a la atmósfera que envuelve a la sociedad
actual. No es posible vivir un amor inspirado por Jesús sin distanciarse del
estilo de relaciones e intercambios interesados que predomina con frecuencia
entre nosotros.
Si la Iglesia "se
está diluyendo" en medio de la sociedad contemporánea no es sólo por la
crisis profunda de las instituciones religiosas. En el caso del cristianismo
es, también, porque muchas veces no es fácil ver en nuestras comunidades discípulos
y discípulas de Jesús que se distingan por su capacidad de amar como amaba él.
Nos falta el distintivo cristiano.
Los cristianos hemos
hablado mucho del amor. Sin embargo, no siempre hemos acertado o nos hemos
atrevido a darle su verdadero contenido a partir del espíritu y de las
actitudes concretas de Jesús. Nos falta aprender que él vivió el amor como un
comportamiento activo y creador que lo llevaba a una actitud de servicio y de
lucha contra todo lo que deshumaniza y hace sufrir el ser humano.
José Antonio Pagola
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