martes, 28 de junio de 2016

ATILANO ALAIZ, comparte trabajo realizado con las Ceb de Vigo, para la reflexión...

QUERER ES PODER

1.La vida y sus desafíos. Es algo que experimentamos cada día: la vida está llena de desafíos que hay que afrontar: nuevos proyectos y compromisos, metas que nos gustaría alcanzar, dificultades a las que hay que enfrentarse, sufrimientos que hay sobrellevar fecundamente, deficiencias en la vida que hay que superar. La vida está llena de sorpresas, llena de ofertas y posibilidades. Ante los deseos: “Me gustaría ser, hace, emprender”, “aprovechar el verano para iniciarme en algo nuevo”, “para mejorar una serie de actitudes y actividades … Ante estos retos se adoptan de hecho diversas actitudes, acertadas unas y desacertadas otras. En este sentido, nos encontramos con diversas clases depersonas que podríamos catalogar de la siguiente manera:
2.Los cobardes. De entrada, se acoquinan; con una baja autoestima, se dicen: “Sí, me gustaría, sería hermoso…”, pero eso no es para mí; no sé, no tengo cualidades, no tengo fuerza de voluntad. Están vencidos de entrada porque no están convencidos de sus potencialidades dormidas. Todos son imposibles para ellos. Decían de alguien lleno de confianza en sí mismo:
“No sabía que era imposible, y lo realizó”. En una oportunidad en que un joven, patinando, quedó atrapado debajo de una gran plancha de hielo. El compañero llamó inmediatamente a la policía pidiendo socorro; cuando llegó la policía, se había liberado con su propio esfuerzo. Los testigos congregados ante el accidente, no salían de su asombro. “Pero ¿cómo ha podido ser? -se pretuntaban todos?” Alguien de los testigos respondió: “Ha podido hacerlo porque no había nadie a su lado que le dijera que era imposible”. Era Einstein. Sólo desarrollamos el 10% de los talentos. Estas personas que se frenan y frenan a causa de su pesimismo son un peligro social. A veces se trata de autojustificación inconsciente para tranquilizar su conciencia de la cómoda pasividad
3.Los instalados. Los que dicen, generalmente de forma inconsciente: “De aquí nadie me mueve”. Se han acomodado en su poltrona y no quieren saber nada de seguir caminando ni de más novedades en sus vidas. Uuna amiga le envita a su hermano, cristiano burgués, cristiano de circunstancias: “Ven con nosotros al grupo cristiano, verás cómo cambias”, a lo que, en forma inmediata responde él: “No, pero yo lo que no quiero es cambiar; si estoy muy bien así”. Aquí está la inmensa masa de los obreros de brazos caídos, que no sólo no son miembros activos, sino que son peso muerto, cristianos rutinarios que consumen ritos y ceremonias en busca de méritos para el cielo y tranquilidad espiritual para su conciencia dormida. Por supuesto, tratarán de justificarse dándose falsas razones para no moverse de su poltrona. Resisten al Espíritu, que es creador y renovador. Que no se llamen a engaño. Afirma categóricamente san Agustín: “¿Dijiste “¡basta!”? Estás muerto. Benedicto XVI advierte también: “Está más cerca de Dios un agnóstico sincero que un cristiano rutinario. Frente a los rutinarios, Pablo asegura: “Aunque nuestro exterior va decayendo, lo interior se renueva de día en día” (2 Cor 4,16).
4.Los presuntuosos. Hay quienes, de entrada, se comen el mundo. Los apóstoles
antes de la pasión de Jesús. Pedro presume: “Aunque todos te traicionen, Maestro, yo nunca te negaré, aunque sea preciso dar la vida por ti”, Tomás presume también: “¡Venga, vayamos y muramos con él!”. “Todos los apóstoles protestaban lo mismo” -afirman los evangelistas-… Ya sabemos lo que pasó. “¿Por qué no voy a poder realizar lo que otros realizan?” -se dicen los presuntuosos-. Son los sueños desmedidos de los que se suele despertar después de un sonoro trompazo, que suele llevar al presuntuoso a desprimirse, a irritarse contra sí mismo, cuando no se irrita contra los demás, a los que conviert en culpables de su fracaso.
5.Los fuertes y valientes. Están, a su vez, los audaces confiados. Son valientes porque “confían” firmemente en la acción del Espíritu. “Seréis revestidos con la fuerza de lo alto” (He 1,8). Como los apóstoles después de Pentecostés. “Todo lo puedo en Jesús que me conforta” (Flp 4,13) -presume Pablo-. Asegura que ha trabajado más que nadie “pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Cot 15,10). “Me glorío en mis debilidades; cuando soy más débil, entonces soy más fuerte” (2 Cor 12,10). Confesaba también D. Bonhoeffer, que morirá en la cámara de gas: “Dios es la fuerza de mi fuerza y la fuerza de mi debilidad”. Son valientes también porque confían en el apoyo y la solidaridad de los amigos y miembros de la comunidad. Como afirma Leonardo Boff: “En el mundo de la fe no funcionan las matemáticas terrenas. Jesús nos hace saber: “Un débil + un débil + un débil, no son tres débiles, sino tres fuertes”. Por una parte, pues, desechan la falsa seguridad de los presuntuosos, y, por otra, el miedo de los cobardes. Se sienten fuertes porque se apoyan en el Señor.
6.Los impulsores. Por último, están los impulsores solidarios, los que no sólo gozan de fortaleza interior y de una gran autoestima, sino que son generosos para fortalecer a los demás, sobre todo a los débiles, como le indicó Jesús a Pedro: “Cuando te recuperes de tu traición confirma en la fe a tus hermanos”. Los solidarios son esas personas admirables que saben acompañar, alentar, suscitar la autoestima en los demás. Saben prestar su ayuda a los demás en sus proyectos, en su participación en la vida familiar, comunitaria y social. Estas personas son un auténtico regalo de Dios para quienes conviven con ellas y comparten la vida. Las palabras sinceras: “Tú puedes, tú vales; cuenta conmigo” obran verdaderos milagros que, por cierto, estamos todos llamados a realizar. Ha de quedar bien claro que, como dice el refrán, “hace más el que quiere que el que puede”. ¡Qué acertada la oración de un gran creyente!: Dame valor para cambiar las cosas que puedo cambiar. Serenidad para aceptar las que no puedo cambiar. Y sabiduría para distinguir las unas de las otras”.
PARA LA REFLEXIÓN, LA ORACIÓN Y EL DIÁLOGO
1º- ¿Qué meta o proyecto nuevo me propone el Señor a mi, a mi familia, a mí grupo? 2º- ¿Cuál de las seis actitudes suelo (solemos) adoptar? 3º- ¿A qué compromiso me impulsa el Espiritu con esta reflexión?

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