LA DECISIÓN MÁS IMPORTANTE
El evangelio recoge
dos breves parábolas de Jesús con un mismo mensaje. En ambos relatos, el
protagonista descubre un tesoro enormemente valioso o una perla de valor
incalculable. Y los dos reaccionan del mismo modo: venden con alegría y
decisión lo que tienen y se hacen con el tesoro o la perla. Según Jesús, así
reaccionan los que descubren el reino de Dios.
Al parecer, Jesús
teme que la gente le siga por intereses diversos, sin descubrir lo más
atractivo e importante: ese proyecto apasionante del Padre que consiste en
conducir a la humanidad hacia un mundo más justo, fraterno y dichoso,
encaminándolo así hacia su salvación definitiva en Dios.
¿Qué podemos decir
hoy después de veinte siglos de cristianismo? ¿Por qué tantos cristianos buenos
viven encerrados en su práctica religiosa con la sensación de no haber
descubierto en ella ningún «tesoro»? ¿Dónde está la raíz última de esa falta de
entusiasmo y alegría en no pocos ámbitos de nuestra Iglesia, incapaz de atraer
hacia el núcleo del Evangelio a tantos hombres y mujeres que se van alejando de
ella, sin renunciar por eso a Dios ni a Jesús?
Después del Concilio,
Pablo VI hizo esta afirmación rotunda: «Solo el reino de Dios es absoluto. Todo
lo demás es relativo». Años más tarde, Juan Pablo II lo reafirmó diciendo: «La
Iglesia no es ella su propio fin, pues está orientada al reino de Dios, del
cual es germen, signo e instrumento». El papa Francisco nos viene repitiendo:
«El proyecto de Jesús es instaurar el reino de Dios».
Si esta es la fe de
la Iglesia, ¿por qué hay cristianos que ni siquiera han oído hablar de ese
proyecto que Jesús llamaba «reino de Dios»? ¿Por qué no saben que la pasión que
animó toda la vida de Jesús, la razón de ser y el objetivo de toda su
actuación, fue anunciar y promover ese proyecto humanizador del Padre: buscar
el reino de Dios y su justicia?
La Iglesia no puede
renovarse desde su raíz si no descubre el «tesoro» del reino de Dios. No es lo
mismo llamar a los cristianos a colaborar con Dios en su gran proyecto de hacer
un mundo más humano que vivir distraídos en prácticas y costumbres que nos
hacen olvidar el verdadero núcleo del Evangelio.
El papa Francisco nos
está diciendo que «el reino de Dios nos reclama». Este grito nos llega desde el
corazón mismo del Evangelio. Lo hemos de escuchar. Seguramente, la decisión más
importante que hemos de tomar hoy en la Iglesia y en nuestras comunidades
cristianas es la de recuperar el proyecto del reino de Dios con alegría y
entusiasmo.
José Antonio Pagola
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