Construir una Iglesia con rostro amazónico, presente en las fronteras, en las periferias, es uno de los objetivos del Sínodo de la Amazonía. Sobre la misión en lugares desafiantes siempre han tenido mucho que decir los jesuítas. Uno de ellos es Alfredo Ferro, jesuíta colombiano, que desde hace cuatro años vive en una región donde la exigencia es grande, la Triple Frontera entre Brasil, Perú y Colombia.
La entrevista es de Luis Miguel Modino, publicada por Religión Digital, 22-09-2018.
El Padre Ferro vive en la ciudad colombiana de Leticia. Lo hace teniendo como perspectiva "tejer acciones conjuntas", junto con "otros actores en el territorio" y apostando por la REPAM, "como una forma concreta de animar y de desarrollar propuestas conjuntas". Para el jesuita colombiano, lo que está pasando en la Amazonía es "un atentado contra la naturaleza y contra los pueblos". Desde esa perspectiva, señala que el Servicio Jesuíta para la Amazonía pretende trabajar la sensibilización, formación y educación, la investigación y el servicio a la Iglesia.
En esta entrevista, Alfredo Ferro destaca que los jesuitas están dispuestos a colaborar decisivamente en el Sínodo de la Amazonía. Él insiste en que el Papa Francisco está "animándonos también a nosotros para ir construyendo esa nueva Iglesia con rostro amazónico".
Uno de los desafíos, a los que puede ayudar el Sínodo de la Amazonía, es el de romper fronteras, inclusive dentro de la Iglesia. Todavía falta conciencia Panamazónica y trabajo entre los diferentes países, como sucede en la Triple Frontera donde el Padre Ferro realiza su servicio pastoral. Otro de los desafíos que presenta el jesuita es como superar el sacramentalismo presente en la labor pastoral de la Iglesia en la Amazonía. Al mismo tiempo, ve necesario reflexionar sobre "el tema de los ministerios, que va a ser el tema más difícil del Sínodo".
Vea la entrevista aquí.
¿Qué es el Servicio Jesuita para la Amazonía?
El Servicio Jesuita Panamazónico, como dice su nombre es un proyecto, una propuesta, de la Compañía de Jesús en América Latina respondiendo a nuestra prioridad por la Amazonía. Todos los provinciales hicieron, en el Proyecto Apostólico Común, una apuesta por Haití, por Cuba y por la Amazonía. El Servicio es una respuesta a esa prioridad, buscando convidar, animar, articular acciones conjuntas al servicio del territorio amazónico y de sus pobladores.
El trabajo nuestro, el que se tiene en Leticia y en la Triple Frontera, busca eso, como nosotros podemos prestar un servicio mayor a la Amazonía teniendo en cuenta las redes que tenemos, la red de colegios, la red de universidades, la red de Fe y Alegría, la red de centros sociales, la red indígena. Por eso, nuestro trabajo es de tejer, de tejer acciones conjuntas y de convocar y de llamar a la Compañía para que lo hagamos junto con otros actores.
No es sólo un servicio nuestro, sino buscar como nos vinculamos, nos relacionamos, nos articulamos con otros actores en el territorio, sean instituciones públicas, privadas, Iglesias locales, regionales, por eso nuestro servicio vinculado a la REPAM (Red Eclesial Panamazónica) y nuestra apuesta por la REPAMtambién, como una forma concreta de animar y de desarrollar propuestas conjuntas.
¿Cuáles son las necesidades que la Compañía descubre dentro de la Amazonía?
Partimos también de una lectura del territorio, de lo que está pasando en el territorio, y en ese sentido yo creo que para nosotros es un gran desafío, a partir de todas las amenazas que tiene el territorio, ir descubriendo como sería nuestro mejor aporte. Por eso, también nos interesa mucho el tema de la incidencia política. En la medida en que nos articulamos entre nosotros y con otros, nuestro ideal sería incidir en temas claves y fundamentales. En relación, por ejemplo, a todo lo que está sucediendo con los pueblos indígenas, organizaciones, con sus propuestas, con sus luchas, también con las organizaciones sociales que están, digamos en la Amazonía.
No sólo eso, sino también ver de que manera nosotros podemos contribuir para que eso que está sucediendo en la Amazonía, que en el fondo es un atentado contra la naturaleza y contra los pueblos, cual es nuestra contribución en esa defensa de los derechos humanos, en esa lucha de los pueblos, en esa necesidad de hacer una articulación entre nosotros como Iglesia, de responder a esa llamada que nos hace Aparecida de una pastoral de conjunto.
Nosotros sentimos que a partir de esa necesidad de ser del territorio, de ser de la población, y en la misma Iglesia, los desafíos que tiene la Iglesia tendremos que plantearlos, como ese horizonte y algunas estrategias claras que nos ayuden a definir mejor nuestro papel, nuestra función y nuestra misión. Hay como tres grandes campos que estamos trabajando, uno con todo el tema de sensibilización, formación y educación, otro es el tema de la investigación y el otro es el servicio a la Iglesia, tanto global como a nivel local, en el lugar donde estamos. En concreto, para el Servicio Jesuita Panamazónico, aquí en esta Triple Frontera, donde estamos con las Iglesias de Perú, Colombia y Brasil que están aquí presentes en esta frontera.
Esa siempre fue una prioridad para los jesuitas. Dentro de la Amazonía y de ese servicio, ahora con la convocatoria del Sínodo Panamazónico, eso va a ser una urgencia, ese servicio a la Iglesia. ¿Cómo este Servicio Jesuita Panamazónico puede servir al Sínodo que el Papa Francisco dice que ya ha comenzado?
Es una reflexión que estamos haciendo. Hemos hecho una llamada al CPAL, Conferencia de Provinciales en América Latina y el Caribe, para que tomen en serio esa responsabilidad, esa misión, esa tarea que nos parece fundamental. Yo creo que nuestro servicio al Sínodo es a diversos niveles. Por ejemplo, han llamado a un jesuita para participar de la Secretaría del Sínodo, es un jesuita peruano que va a estar ahí. Pero también empezando por el Papa Francisco, que es jesuita, y nos está animando y que preside el Sínodo. Por otro lado, hay algunos jesuitas que están en el Consejo Pre-sinodal, por ejemplo el cardenal Barreto, que es el arzobispo de Huancayo, en Perú, el Padre Fernando Roca, que es un biólogo y forma parte de los expertos que están colaborando. Eso como una línea más de los que tienen mayor responsabilidad.
Pero por otro lado, nosotros pensamos que es muy importante colaborar, aportar, participar en los espacios que se están abriendo de consulta, por ejemplo en las 45 asambleas territoriales que va a haber en la Amazonía, en la medida en que podamos estar, participar, animar también eso, a través de nuestro compromiso con la REPAM. Bien se sabe que la REPAM va a tener un papel muy importante, y desde nuestra presencia en la REPAM estamos aportando al Sínodo. Yo creo que de muy diversas formas podríamos colaborar y prestar un servicio al Sínodo mucho más contundente.
En el Encuentro que tuvimos las universidades jesuitas en Río de Janeiro, sobre el tema socio ambiental y de la sostenibilidad, donde estaban participando más de la mitad de las universidades que tenemos en América Latina, y se va a hacer un evento a nivel de todas las universidades para ver cual podría ser el aporte de las universidades al Sínodo y también ofrecer la infraestructura o las posibilidades que tenemos.
Una de las cosas que se están pensando, y que ya se ha conversado con el Cardenal Hummes, con el Papa y con el Padre General, es hacer dos eventos internacionales, que creo que van a ser importantes. Uno en Georgetown, para vincular otros jesuitas de la conferencia provincial de los Estados Unidos y algunos expertos o teólogos que puedan colaborar también allí, y uno en la Gregoriana, más con una reflexión digamos teológica, que es sustento y base teológica a todo lo que se va a trabajar en el Sínodo.
Yo creo que hay como varios espacios, varios foros temáticos que se están pensando para preparar a la vida religiosa, donde nuestro aporte como jesuitas en este desarrollo de la propuesta, del servicio, de la contribución que pueda hacer la vida religiosa a la Amazonía y en concreto al Sínodo también. Creo que hay como varios niveles.
Uno de los desafíos es entender la dinámica del Sínodo. Usted ha recordado que el Papa Francisco es jesuita y claramente su pensamiento es muy ignaciano. ¿Cómo los jesuitas pueden ayudar a que la gente y la Iglesia de la Amazonía puedan entender esa lógica del Papa Francisco que nace del pensamiento y de la espiritualidad ignaciana?
Esa es una pregunta interesante en el sentido de que nosotros ciertamente sentimos en sus palabras, en sus intervenciones, en la encíclica Laudato Sí, en sus cartas pastorales, el sello ignaciano, llamemoslo así, de la espiritualidad ignaciana en la que él bebió y en la que él fue artífice también, un poco desde él como arzobispo en Argentina, que tuvo un papel protagónico en Aparecida. Yo siento que hay elementos importantes que muestran un poco eso.
Siento que el Papa Francisco tiene una gran ventaja. No es por comparar con otros papas, pero los discursos de los otros papas eran todos elevados, con una construcción teológica que nadie entendía, no sé si los teólogos, que los leían o los escuchaban. Pero el Papa Francisco tiene una característica que es fundamental en sus visitas, en los domingos en Roma, en sus charlas, en su manera como él comunica que es muy sencilla, y eso ayuda muchísimo para que ese discurso vaticano, del pontificado, llegue a la gente con palabras que expresen un poco como los deseos que salen de la gente, de las necesidades de la gente, los gritos de la tierra, de los países, de la realidad que se vive en el mundo. Es muy sensible y todos los domingos muestra lo que está pasando en el mundo, las situaciones que se están viviendo.
En concreto, la Compañía de Jesús, yo pienso que puede ser una colaboración interesante, para ver que es lo novedoso, lo diferente y que es lo que realmente está proponiendo el Papa. Nosotros sabemos que eso no es gratuito, en la medida en que eso está pisando callos en algunos sitios, lugares, personas, estructuras, que realmente quisieran que la Iglesia continuara como ha sido, adormecida un poco en estos últimos años, con problemas y dificultades muy serias y no asumiendo la misión que debería asumir como Iglesia, y más aquí en la Amazonía.
A mí me impresiona que, como decimos, el Papa se puso la camiseta de la Amazonía y realmente ha estado muy interesado en lo que eso significa. Eso también tiene que ver con su amistad con el Cardenal Hummes, con el Cardenal Barreto, la REPAM, que ha estado presente hablándole al oído. Tengo la experiencia bonita en Cartagena, cuando el Papa estuvo. Él tiene un gesto muy bonito, que en todos los países donde va se reúne con los jesuitas, los que quieran ir. Nosotros nos reunimos como unos 60 jesuitas en Cartagena, Colombia, charlo muy abiertamente con nosotros y yo al final le dije, Franciscote agradecemos profundamente lo que estás haciendo por la Amazonía y él me dijo, sí vamos a hacer el Sínodo, antes de la convocatoria del Sínodo. Uno ve que realmente el Papa Francisco está interesado, animado, animándonos también a nosotros para ir construyendo esa nueva Iglesia con rostros amazónico.
En la REPAM, usted forma parte del Eje Iglesia en las Fronteras. ¿El Sínodo de la Amazonía puede ayudar a tener una conciencia de Iglesia amazónica que supera las fronteras de los países, que muchas veces en los pueblos indígenas no existen? ¿Cómo ayudar a hacer realidad una pastoral más marcada por la raíz amazónica que por las conferencias episcopales de cada uno de los países?
Esa pregunta es fundamental y yo creo que es un gran desafío que tenemos. Recuerdo que hace cuatro años, cuando comenzábamos la REPAM, Mauricio López, Peter Hughes y yo estuvimos participando de un encuentro de obispos brasileños en Manaos, de lo que se llama la Amazonía legal, que engloba más de 60 obispos. Y en todo el documento no había ninguna referencia a la Panamazonía. Nosotros le dijimos a Don Erwin Kräutler que era muy importante que el episcopado de Brasil se abra, el episcopado brasileño que es grande, que es fuerte, significativo, con 57 jurisdicciones eclesiásticas, exprese un poco su deseo de romper fronteras, romper fronteras brasileñas para ir más allá, y para sentir que la Amazonía no es sólo Brasil porque los brasileños a veces tienen esa conciencia de que la Amazonía está en Brasil, y resulta que hay nueve países que tienen Amazonía.
Logramos incluir un párrafo en el comunicado final donde decía nos queremos abrir. Y ahí empezó un trabajo con la CNBB (Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil), gracias a Don Claudio Hummes, al deseo que se forjó en la CNBB, en la CLAR (Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Religiosos), en las Caritas, de ir creando esa conciencia de que tenemos que romper fronteras, empezando por la Iglesia, porque tenemos una visión demasiado centrada en nosotros mismo como país o como visión eclesiástica, y difícilmente rompemos fronteras.
Aquí es un ejemplo concreto, aquí en la Triple Frontera, donde hay un diálogo mínimo de los obispos, un diálogo casi nulo, y donde hemos empezado a tejer desde los religiosos, desde el pensar un poco que podemos hacer juntos en esta frontera. La REPAM tiene un Eje de Fronteras que tiene muchos desafíos. Primero ubicar las fronteras que tenemos, hay duplas fronteras, triples fronteras, donde están las fronteras, quienes están en esas fronteras. Creo que el apelo mayor es en ese sentido, de como está la Iglesia en las fronteras, si hay acciones concretas o no, que tipo de acciones concretas hay, para que podamos ir construyendo pequeños planes fronterizos de la Iglesia, rompiendo las fronteras.
Es una señal clara que rompiendo esas fronteras, nosotros también rompemos las fronteras que se han creado con los pueblos indígenas. En esta triple frontera, por ejemplo, hay más de 45.000 ticunas, en Perú, Colombiay Brasil. Los límites y las fronteras nacionales rompieron la unidad de los pueblos indígenas y de ese pueblo en concreto. Nosotros seguimos en esa misma dinámica también. A mí me parece que tenemos un gran desafío de romper esas fronteras. Ya no es más la Iglesia ésta, es qué es lo que podemos hacer juntos, cuál es nuestra misión, cómo nos podemos articular y si nos unimos tenemos mayor fuerza, tenemos más posibilidades de conseguir.
Desafortunadamente no todos tenemos esa visión, ni tenemos esa mirada, seguimos pensando en nuestra jurisdicción eclesiástica, en nuestra Iglesia y ahí tenemos que hacer un trabajo que no va a ser fácil. No sólo romper fronteras nacionales, sino romper fronteras que van más allá de la Iglesia colombiana, peruana, brasileña, sino también temas de lengua, de donde estamos involucrados, de donde nos articulamos. Aquí, por ejemplo, son muy diferentes las dinámicas de las tres jurisdicciones eclesiásticas.
El otro día estaba hablando con los obispos, diciéndoles que cuando nos vamos a reunir, les proponemos que se reúnan ustedes como obispos, les podemos acompañar, pero nos falta iniciativa para ir construyendo propuestas conjuntas y rompiendo esas fronteras eclesiales para que podamos comenzar a pensar con una mirada mucho más amplia y no restringida a mi jurisdicción eclesiástica y ni siquiera a mi país, a mi conferencia episcopal.
Una de las cosas que más me llaman la atención, que es fruto del proceso de la REPAM, en Colombia, por primera vez, se empiezan a reunir los obispos amazónicos. Nunca habían tenido esa idea, nunca habían imaginado la posibilidad de construir proyectos y propuestas conjuntas con rostros amazónicos. Cuando llega la REPAM como que los incentiva y los anima a que hagan eso, a que se reúnan, a que se encuentren y rompan fronteras entre ellos mismos, pero que tengan alguna unidad de alguna manera o alguna propuesta concreta como amazónicos y respondiendo a una realidad concreta dentro del bioma amazónico en Colombia. Ese es un camino largo, es un camino lento, de mucha sensibilización, de mucho trabajo, de hormiguita y de ir tejiendo relaciones y posibilidades de encuentro.
Para conseguir ese cambio, ¿no sería más interesante comenzar por la gente, por las comunidades, por las bases?
Creo que tenemos que trabajar a los dos niveles, a nivel de las cúpulas eclesiales, de los religiosos, de las pastorales o las jurisdicciones eclesiásticas, y también, algo que es fundamental y siempre tenemos que estar atentos a eso, amazonizar la REPAM, que es construir desde la base, desde las comunidades, y yo creo que eso es fundamental. Tal vez una de las cosas importantes que se dieron aquí, por ejemplo, en esta frontera, fue el encuentro de pueblos indígenas, donde vinieron pueblos indígenas de Perú, de Brasil, de Colombia, de toda esta frontera, y en cuatro o cinco días estuvimos conversando un poco sobre lo que piensan los indígenas, lo que creen los indígenas, que Iglesia quieren, como podemos acompañarlos mejor.
Eso es una forma concreta de ir construyendo eso desde la base, desde esas relaciones, ese romper fronteras desde la base. Siempre he creído que hay una dificultad seria en la medida en que las Iglesias no han tenido un plan para fortalecer las comunidades, las organizaciones. Cuando tú ves que no se han implicado en eso, uno tiene una cercanía mayor con esas organizaciones o que realmente hay comunidades más o menos fortalecidas que puedan ir construyendo esos procesos, es muy difícil.
Tenemos que tener un trabajo de concientización y sensibilización, hacia el cual dirijamos nuestra apuesta, y como es que podemos hacer esa articulación desde la base, pero desde una base organizada, una base que sea sujeto realmente y no disperse a la gente, porque lo que hemos hecho, yo siento y es una crítica que haría, es que hemos sacramentalizado toda nuestra pastoral. Son personas que llegan a la Iglesia sueltas y cada vez menos, disminuidas. Entonces, cuál es el sujeto para ir construyendo esa base concreta si no existen esas organizaciones, esas comunidades de base, o esas organizaciones de jóvenes, o indígenas. Ese es otro tipo de cosas que de alguna manera tenga una relación, un vínculo, y haya todo un proceso de construcción de Iglesia.
Se tienen que dar las cosas, en la medida en que si no hacemos un esfuerzo grande por saber desde donde hacemos la apuesta y por qué hacemos la apuesta, a mí me parece que vamos a juntar, si ni siquiera existen esas comunidades, o son muy pobres en el sentido organizativo. ¿Por qué el acento pastoral está fundamentalmente en el tema sacramental?
Pero al mismo tiempo es una sacramentalidad que no se sostiene, pues en muchas comunidades es una presencia muy limitada, una o dos veces por año. ¿Cómo trabajar esa sacramentalidad desde un punto de vista diferente, por ejemplo el tema de la celebración eucarística, cómo ofrecer la posibilidad de que cada comunidad pueda celebrar la Eucaristía cada domingo, dado que la propia Iglesia dice que la Eucaristía es la fuente y el culmen de la vida cristiana?
Eso es un gran desafío. Cuando yo llego aquí a la Amazonía, hace cuatro años, esa fue una pregunta que me ha estado rondando permanentemente. Qué significa eso para nosotros como Iglesia. A mí me parece que tenemos que cambiar de paradigmas, cambiar las formas y en ese sentido tenemos grandes preguntas. Yo cuestiono profundamente muchas de las prácticas que tenemos en ese sentido, porque seguimos sacramentalizando. Es algo que realmente no produce, simplemente por ese sacramentalismo tan grande. Porque el sacramento es respuesta a la vida, el sacramento por sí mismo, el opera operatur que yo aprendí, eso a mí no me funciona mucho, en el sentido de que tú llegas al sacramento como parte de un proceso de organización, de lucha, de llevar la vida y celebrar la vida desde la fe. Me parece que el tema de los sacramentos es clave en esa mirada nueva de la Iglesia amazónica.
Lo que tú dices sobre la Eucaristía también me lo cuestiono profundamente. Nuestra teología es terriblemente contradictoria con la práctica. La teología no es contradictoria, la práctica es la que es contradictoria y lo asume la teología. Centro y culmen de la vida y resulta que no le ofrecemos Eucaristía a la gente. Entonces, ¿qué es eso? Eso no es centro, o cómo estamos entendiendo la Eucaristía.
Otras personas dicen que la Eucaristía no es simplemente el momento formal del rito. Puede ser, eso es muy bonito, pero no podemos escaparnos de eso, en la medida en que qué estamos celebrando, por qué estamos celebrando, cómo celebramos, quién celebra, quién preside. Todas esas cosas tenemos que planteárnoslas.
Lo que tú dices es cierto, hay comunidades indígenas, el otro día conversando con el equipo que hay aquí en Islandia, Perú, estaban visitando las comunidades del Río Javari y se encontraron con que en una comunidad hacía diez años que no iba nadie allí. ¿Qué estamos diciendo, qué presencia de la Iglesia, que la Eucaristía es el centro de la vida cristiana, qué es lo que les estamos ofreciendo? Nada, no les estamos ofreciendo nada, ni presencia.
Veo que tenemos que cambiar los esquemas, las propuestas y asegurar una organización seria y lo que eso significa, porque no podemos no podemos vivir los esquemas de los misioneros capuchinos, o jesuitas, o franciscanos que estuvieron aquí en esta Amazonía, que con muy buena voluntad y con mucha entrega, hicieron grandes sacrificios, pero bueno, ¿qué quedo de todo eso? A la hora de la verdad tenemos que ver como construir comunidades que puedan celebrar ellas mismas.
A mí parece que ese tema que planteas, puede ser un tema muy discutido y debatido en el Sínodo, que es el tema de los ministerios, que va a ser el tema más difícil del Sínodo, en el sentido de que hasta que punto la Iglesia está dispuesta a abrir los ministerios que ya de hecho son una realidad, un servicio, el ministerio es un servicio a la comunidad cristiana, a la comunidad de fe. Cómo vamos de alguna manera a vivir esos ministerios, a reconocer esos ministerios.
Una de las cosas que hizo la REPAM fue hacer un encuentro sobre rostro amazónico de la Iglesia. Convidamos a un jesuita que trabaja muchísimos años en Chiapas, un mexicano, donde nos contó toda la experiencia de Samuel Ruiz, toda la experiencia que ha vivido la Iglesia en medio de las comunidades indígenas. Hay 35 ministerios diferentes, reconocidos por la comunidad. Sólo los diáconos, que son permanentes, que lo ejercen con sus mujeres y que es un proceso muy bonito en participación, pero hay muchísimos ministerios y servicios, es una comunidad de servidores.
Pero la Iglesia tiene mucha dificultad de abrir otros ministerios para las mujeres, para los laicos. Entonces a mí me parece que hay que plantear algo y si de ahí salen cosas nuevas, a mí me parece que eso va a tener una repercusión en toda la Iglesia universal, en la medida en que si la Amazonía, si el Sínodo es capaz, a partir del desafío que tiene, de ser lanzado, de arriesgar, de proponer cosas nuevas para eso que llamamos evangelización, eso va a tener una repercusión muy importante en toda la Iglesia para nuevas maneras de estar y de ser presencia dentro de las comunidades como Iglesia y ser Iglesia en las comunidades. Un gran desafío y un gran reto es que no tenemos que temer a la ministerialidad.
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