.ABRIR CAMINOS NUEVOS
Los primeros cristianos vieron en la actuación
del Bautista al profeta que preparó decisivamente el camino a Jesús. Por eso, a
lo largo de los siglos, el Bautista se ha convertido en una llamada que nos
sigue urgiendo a preparar caminos que nos permiten acoger a Jesús entre
nosotros.
Lucas ha resumido su
mensaje con este grito tomado del profeta Isaías: «Preparad el camino del Señor».
¿Cómo escuchar ese grito en la Iglesia de hoy? ¿Cómo abrir caminos para que los
hombres y mujeres de nuestro tiempo podamos encontrarnos con él? ¿Cómo acogerlo
en nuestras comunidades?
Lo primero es tomar conciencia de que
necesitamos un contacto mucho más vivo con su persona. No es posible
alimentarnos solo de doctrina religiosa. No es posible seguir a Jesús
convertido en una sublime abstracción. Necesitamos sintonizar vitalmente con
él, dejarnos atraer por su estilo de vida, contagiarnos de su pasión por Dios y
por el ser humano.
En medio del «desierto espiritual» de la
sociedad moderna, hemos de entender y configurar la comunidad cristiana como un
lugar donde se acoge el Evangelio de Jesús. Vivir la experiencia de reunirnos
creyentes, menos creyentes, poco creyentes e, incluso, no creyentes, en torno
al relato evangélico de Jesús. Darle a él la oportunidad de que penetre con su
fuerza humanizadora en nuestros problemas, crisis, miedos y esperanzas.
No lo hemos de olvidar. En los evangelios no
aprendemos doctrina académica sobre Jesús, destinada inevitablemente a
envejecer a lo largo de los siglos. Aprendemos un estilo de vivir realizable en
todos los tiempos y en todas las culturas: el estilo de vivir de Jesús. La
doctrina no toca el corazón, no convierte ni enamora. Jesús sí.
La experiencia directa e inmediata con el relato
evangélico nos hace nacer a una nueva fe, no por vía de «adoctrinamiento» o de
«aprendizaje teórico», sino por el contacto vital con Jesús. Él nos enseña a
vivir la fe, no por obligación sino por atracción. Nos hace vivir la vida
cristiana, no como deber sino como contagio. En contacto con el evangelio recuperamos
nuestra verdadera identidad de seguidores de Jesús.
Recorriendo los evangelios experimentamos que la
presencia invisible y silenciosa del Resucitado adquiere rasgos humanos y
recobra voz concreta. De pronto todo cambia: podemos vivir acompañados por Alguien
que pone sentido, verdad y esperanza en nuestra existencia. El secreto de toda
evangelización consiste en ponernos en contacto directo e inmediato con Jesús.
Sin él no es posible engendrar una fe nueva.
José Antonio Pagola
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