EL MANANTIAL DE LAS LÁGRIMAS
Fue la última gota que derramó su inaudita y naciente altivez
y que enjugó el manantial de las lágrimas. No volvió su mirada hacia aquel ser
insensible, desalmado. El desprecio y la indiferencia conquistó
una nueva plaza al tiempo y su quebranto. Un fulgor en la mirada despejó
un desconocido e incierto amanecer, que dejó atrás la cárdena, encallecida
noche del silencio y el espanto, que habitaron durante demasiado tiempo
las tinieblas de la calle Olvido.
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