martes, 25 de abril de 2023

AMERINDIA- Por Rosa RAMOS.- Bogotá; "Hemos vuelto a nuestras Galileas con más esperanza y entusiasmo,

 Veremos cómo la esperanza despunta ya…

Con ternura y coraje las mujeres del alba

buscamos a nuestro Señor, a Jesús que salva.

Canción https://youtu.be/XgPVujoLOWo

 

Este artículo parte de la experiencia vivida en Bogotá, entre el 12 y el 14 de este abril 2023, al participar del I Encuentro Latinoamericano y Caribeño MUJERES EN SINODALIDAD. Desde ya adelanto que ha sido riquísima -una gracia- y por eso escribo sobre ella, aunque no sin temor de hacerlo muy esquemática y apresuradamente.

 

Dicho Encuentro fue propuesto por la Comisión Animadora del Eje Mujeres en la Iglesia y la Sociedad, integrado por miembros del CELAM, la CLAR y CÁRITAS (se adjunta el documento de Identidad). Participamos más de veinticinco mujeres de diez países, provenientes de diversos procesos e instancias, ya sea pastorales o territoriales; mujeres diversas en rasgos, historias e identidades, religiosas y laicas, célibes y madres… con el común denominador de la fe y del fuerte compromiso eclesial en sus respectivos medios. También compartieron el Encuentro, y todas sus instancias, dos varones por ser miembros de la Comisión.

 

Fuimos invitadas para reflexionar en torno a la realidad, para fortalecer los procesos eclesiales y sociales que se vienen gestando por y para las mujeres de la región. “Con el objetivo de plantear líneas de acción eficaces y proponer un trabajo estratégico que permita avanzar en las aspiraciones comunes de este colectivo”.

 

Fiel a la idiosincrasia uruguaya, a mi propia impronta racional y a la experiencia de Seminarios y encuentros internacionales, pedía con insistencia a los organizadores que me enviaran la agenda de trabajo de cada día e indicaran los materiales a estudiar, etc. Tardaban en responderme, hasta que me llegó un correo personal en que decía, pego textual: “El encuentro se realizará en un formato diferente a eventos tradicionales; la metodología de la Escucha implica agendas creativas, participativas y flexibles, menos cargadas de contenido, pero que permitan la profunda escucha, discernimiento e intercambio de vida y experiencias entre las participantes y que esto se traduzca en líneas de trabajo concretas que respondan al proceso construido en el Encuentro; así querida amiga,  ten fe en nosotras, ven con el corazón y mente abiertos, hemos pensado con mucho cariño y cuidado este primer Encuentro para todas.”

 

Ante esta respuesta, con relativa tranquilidad, viajé dispuesta a afrontar lo desconocido. La cordialidad de la acogida, los abrazos efusivos y tantos detalles desde la llegada, iban haciendo evidente que se trataba de un evento (proceso en realidad) diferente. A la mañana siguiente comenzó el Encuentro con una metodología y dinámicas que dieron sus enormes frutos. Por lo pronto aflojar resistencias y prejuicios que la cultura -y los años- van asentando. Se creó un clima muy especial, muy fraterno y en particular sororal, que permitió a muchas compartir sus raíces, heridas y cicatrices de violencias, abusos y discriminaciones, en la familia, la sociedad o la Iglesia. Asimismo, en cada testimonio se percibía la fortaleza, la capacidad de resistencia y de resiliencia de las mujeres, tal como les sucedió a aquellas discípulas de Jesús que al alba del primer día de la semana fueron a ungir un cadáver y acabaron siendo las primeras testigos de la Resurrección.

 

No imaginen los lectores este encuentro como un espacio de terapia -si bien se dio de hecho la escucha y acogida de las diversas historias con respetuoso silencio- sino como parte del camino sinodal. Tuvo mucho de oración y silencio receptivo a las mociones del Espíritu para (tras escuchar e iluminar la realidad, teniendo en cuenta los documentos de síntesis de las Asambleas regionales en relación a las mujeres), poder trazar prioridades y un plan estratégico.

 

Subrayo la preparación y activa participación por parte de todos los miembros de la Comisión Animadora del Eje Mujeres, como ya se dijo conformada por el CELAM, la CLAR y el SELACC (Cáritas), el desarrollo y la metodología, la seriedad y calidad de la producción colectiva y los compromisos asumidos tras un discernimiento en clima orante.

 

Quedaron claras tres pistas a tener en cuenta para seguir avanzando en el tema: 1, el rescate de la dignidad, dada por el bautismo, por la cual todos y todas tenemos el derecho y el deber de ejercer la ciudadanía eclesial plenamente. 2, de lo anterior se desprende el reclamo de las mujeres a la participación en los ámbitos de decisión y no sólo de acción pastoral3, el llamado a la conversión permanente de todos y todas a nivel personal y como comunidades familiar, social y eclesial.

 

Destaco la riqueza en sí misma de este I Encuentro protagonizado fundamentalmente por mujeres, donde no faltaron signos y gestos, pero tampoco la música y el baile, al que son tan proclives las culturas originarias y africanas. Aquí una nota agradecida sobre esas culturas, la resistencia forzadamente silenciosa durante casi cinco siglos, y la generosidad con que hoy comparten el fuego sagrado. A lo largo de tres días hubo lágrimas, pero también risas compartidas, sin inhibiciones. Parafraseando a San Pablo “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”, diría que donde abunda el dolor, sobreabunda el gozo y la esperanza. Eso pude ver, oír y gustar con estas mujeres latinoamericanas y caribeñas que contagian vida y esperanza desde el centro mismo de sus cruces. ¡Vivimos un proceso muy pascual, y tuvo lugar dentro de la Octava de Pascua!

 

Muchas voces resuenan en mí de las mujeres que conocí allí, sus historias pascuales y sus vidas de testigos. Pero los cambios por los que apostamos también pasan por los varones, por eso recojo lo que Luis Carlos Aguilar dijo celebrando la Eucaristía"Yo quiero ser de esos hombres que rompen patrones… De esos hombres valientes, que abren nuevos caminos, nuevas emociones, nuevos abrazos y destruyen con ello, mandatos ancestrales. De esos hombres, que se sientan a escuchar a una mujer y se dejan tocar y sanar…”

 

¿Cómo no estar agradecida? Los lectores asiduos saben ya que suelo descubrir a Dios en las historias reales, en los rostros concretos de la gente común, de modo que no les extrañará que diga: el mayor fruto de esta experiencia es que “me ha ensanchado el corazón”. El rostro de Dios hoy tiene para mí muchos más tonos, riqueza y diversidad, pero también más belleza y misterio. Precisamente la conversión pasa hoy, una vez más, por soltar las imágenes del dios sabido y acoger la novedad de ese Dios Padre y Madre, que Jesús llamaba tiernamente Abba.

 

Hemos vuelto a nuestras Galileas con más esperanza y entusiasmo, dispuestas a anunciar con parresía lo que hemos visto, oído y comprendido, con la ayuda del Espíritu que sopla donde quiere.

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