¡Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo!
Padre amoroso del pobre, don, en tus dones espléndidos.
Fuente del mayor consuelo.
Dice la Palabra que estaban todos reunidos y un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. (viento y espíritu, tanto en hebreo como en el griego, ambos términos son idénticos).
El Espíritu Santo se hace presente en forma de lenguas de fuego porque es luz que ilumina la inteligencia, calor que favorece la acogida al Evangelio, fuego que contagia a todos y se extiende por todo el mundo.
La presencia del Espíritu Santo hace de aquellos hombres, llenos de dudas y de miedos, unos entusiastas apóstoles del Señor; de aquellas gentes divididas y extrañas unas de otras, un pueblo unido, viviendo el mismo Evangelio y la misma fe y esperanza.
La venida del Espíritu Santo realizó transformaciones en los seguidores de Jesús: por encima de la diversidad de lenguas, se produjo una comprensión y unidad de fe, por encima de la diversidad de pensamientos, ideologías y razas se produjo la unidad en el sentir y la unidad en el actuar.
Al llegar el Espíritu Santo por el soplo de Jesús que nos ofrece una vez más su Paz una paz que tiene el poder de transformar el miedo en entusiasmo, la duda en fortaleza, la decepción en esperanza nos da su Espíritu que lleva consigo el don de la fortaleza para mantener la paz y vivir el perdón.
Al contrario del relato de Babel, un proyecto hegemónico, imperialista de un grupo de poderosos que deciden construir una ciudadela dentro de la ciudad misma que ofreciera protección a una elite. Con el afán de dominar.
Todo lo contrario, el Espíritu Santo sopla para todos, en donde quiere, como quiere y nos libera y empodera con Amor. Es un Dios-inspirador, y nuestra apertura al recibirlo hace de nosotros apóstoles y testigos. Él nos envía.
Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. ( San pablo Corintos 12)
Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu y su manifestación a cada uno es por el bien común, para edificar la comunidad. Siendo el más importante el del Amor. En eso es muy claro.
Sin el Espíritu creador e inspirador de Jesús podemos terminar viviendo en una iglesia que se cierra a toda renovación, apegada al poder, una iglesia estática y controlada, que cambie lo menos posible, practicando ritos de hace siglos con lenguajes antiguos, que no ayuda al crecimiento de la fe del pueblo.
Ante esta situación, ¿cómo no gritar con fuerza?: “¡Ven, Espíritu Santo! Ven a tu Iglesia. Ven a liberarnos del miedo, la mediocridad y la falta de fe en tu fuerza creadora»
Hoy mas que nunca es de vital importancia las pequeñas
comunidades, en donde podamos vivir la novedad y aliento de vida
de este Espíritu.
!Ruaj divina sopla sobre nosostros!
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