Señor y Padre nuestro, aquí nos tienes reunidos como discipulos tuyos, en esta pequeña comunidad. Tenemos el vivo deseo de escucharte y que nos enseñes a descubrir los misterios del Reino, como lo hacías con tus amigos en Galilea... Tú nos prometiste enviarnos el Espíritu Santo que nos conduciría a la verdad plena. Necesitamos su luz porque nos rodean tinieblas y oscuridad. Queremos ver la historia del mundo y la nuestra en particular, con tus ojos. Necesitamos interpretar y desentrañar los signos de los tiempos, los acontecimientos de nuestra vida, con la sabiduría del evangelio. No dudamos que tu Palabra sigue viva en el mundo y lo llena todo con su luz. Tú eres la Luz del mundo. Aquí nos tienes, como María, fiel discípula tuya, en la escuela del Evangelio. Amén.
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