domingo, 11 de febrero de 2024

Vivos, vulnerables, ¡humanos! Rosa RAMOS..- 04 de Febrero de 2024

“…Escondidos tras los hierros
La armadura firme y dura
No nos deja ver el cielo
Ver el fondo de la humanidad…”

Pedro Pastor 

 

Esta canción es la excusa o la apertura a este artículo sobre lo que somos y cómo somos, más allá de apariencias y armaduras. 

 

Pascal planteó la paradoja humana de debilidad y fortaleza, de miseria y grandeza, con la imagen del junco pensante. En este caso, prefiero dejar de lado el “pensante”, que huele mucho a cartesiano. Me quedo con la fragilidad del junco ante los vientos y con la capacidad humana de resistir, amar y crear, lo que hoy llamamos resiliencia. Es también este escrito un canto al misterio de la vida y su milagro cotidiano. 

 

Acerca del milagro de la vida de Héctor de ochenta y siete años, salvado por la comunidad, fue la anterior entrega. Seguimos disfrutando el milagro al verlo cada domingo en la celebración de la Eucaristía, con su humildad y mansedumbre acrisolados por los años, así como la alegría y el cariño que recibe. Milagro es la vida de Nora, su alegría y fortaleza, su modo de afrontar la realidad, por ella conocí esta canción y este cantante (que me he encargado de difundir a muchos). Misterio grande y gran milagro es también la vida de Facundo, me detendré en él y su familia antes de seguir. 

 

Un primer embarazo que llegó para alegrar inmensamente a una pareja joven y su entorno, claro que en plena pandemia donde los controles quizá no fueron todos los necesarios. A los seis meses Gaby sintió que el bebé apuraba el nacimiento, enorme susto, internación y nació Facundo; pequeñísimo, poco más de seiscientos gramos de peso, faltaban tres meses de gestación, que permaneció internado. Mamá Gaby, papá Rafa, el padrino Claudio, estuvieron allí al firme todos los días, más -en la medida de los permisos las visitas de abuelos y madrina del interior-, amigos... Todos luchando por la vida de Facundo junto a los profesionales, todos prodigando mucho amor a ese pequeñito para que viviera y respondiera a los estímulos. Quizá hubo un problema en ese parto apurado, una falta de oxígeno, lo cierto es que diagnosticaron parálisis cerebral. No fue fácil la lucha, pero Facundo la ganó y la sigue batallando cada día más firme y feliz, junto a los padres y esa familia extendida que tanto lo ama, mima y estimula. Verlo en sus progresos, en el brillo de sus grandes ojos oscuros, en sus manos que buscan explorar, en la simpatía que irradia, alienta la esperanza de ese milagro diario de amor y apuesta a la vida.

 

Héctor, Nora, Facundo, Paulina, Anita, Cecilia… sus familias y amigos… hacen visible el misterio humano de fragilidad y fortaleza, en su brega cotidiana por la vida, por lograr una mayor calidad y autonomía. ¡Cuánta vulnerabilidad nos rodea… basta estar atentos! Pero ¿acaso no son frágiles nuestras propias vidas?, ¿la de cada uno de nosotros no pende siempre de un hilo? No tenemos asegurada la vida y la salud, aunque en general damos por supuesto que sí y nos asombramos ante la enfermedad, incluso nos rebelamos cuando nos llega o toca a un ser querido. No somos omnipotentes, ni estamos en un mundo terminado y perfecto, sino limitado y finito, como dice Andrés Torres Queiruga. Nos “tira y revuelca” un virus invisible, una bacteria, un accidente, sin contar todo lo que es provocado por nuestra torpeza, impericia o ambición, incluyendo las guerras y desequilibro del ecosistema. 

 

Vulnerables / como el agua abrazada a su corriente
Vulnerablescomo los campos de trigo, los copos de nieve…

Tan frágiles, tan duros /Tan ágiles, tan duros… 

 

Así dice la canción de Pedro Pastor, e ilustra muy bien nuestra condición humana, precaria, frágil, contingente. Y no se trata sólo de la vulnerabilidad física, sino psicológica y social. La especie humana es la más indefensa al nacer, requiere varios años de cuidados para sobrevivir autónomamente, y no es infrecuente que se produzcan heridas que dejen secuelas. Somos seres extremadamente vulnerables, el milagro es nacer y estar vivos, que nuestras células se reproduzcan sin cambiar los patrones, que nuestros sistemas y órganos funcionen bien tantos años, que la ciencia nos permita suplir muchas carencias o desajustes a medida que aparecen.

 

Misterio y milagro (no me refiero a magia) también es que podamos superar desilusiones, fracasos, dificultades, daños de todo tipo y color, y encontrar nuevos motivos para seguir viviendo, amando: “quien tiene un motivo para vivir es capaz de soportar casi cualquier cómo”, lo dijo Nietzsche y lo retomó Víctor Frankl, creador de la Logoterapia. Por ahí va la fortaleza y la grandeza humana a la que aludía Pascal con la imagen del junco pensante, somos tan vulnerables y a la vez tan porfiadamente buscadores de sentido que caemos y nos levantamos muchas veces a lo largo de la vida. También los colectivos humanos se levantan y sueñan nuevas utopías tras durísimas tragedias.

 

Claro que es menester primero reconocer y nombrar esa vulnerabilidad, acogerla, respetarla y hasta quererla bien. Yo no soy mi fragilidad o mi carencia, pero la tengo en este momento: “Estoy enfermo/a”, “hoy estoy triste y tengo ganas de llorar”, “no tengo la misma energía que antes”, “necesito ayuda”, “la vida me ha golpeado duro”, “mi hijo padece una enfermedad” (física o psicológica o una adicción) … La canción dice: “Hoy abrazo mi inseguridad cautiva…” San Pablo reconocía su fragilidad, pero también que en su debilidad encontraba la gracia y la fuerza en Dios.

 

Se trata de reconocer, no de regodearse en el límite, en la carencia, ni de dejarse caer en el victimismo. Aunque los cristianos solemos caer en lo contrario, en el pelagianismo -todo se supera con voluntad- o el “devocionismo”-tenemos que rezar más- ¿Qué ocurre si el problema no se resuelve? ¡Dudamos de nuestra fe o del propio Dios! Olvidamos que se necesitan mediaciones humanas: médicos, psicólogos, ayuda social, un Estado que se haga cargo, amigos, comunidad…

 

Asumiendo que somos vulnerables, podemos ser signos de vida, de esperanza e inspiración para otros, como en todos los casos citados. Ellos -y los que cada uno puede ir nombrando-, nos ayudan a romper los hierros de nuestra armadura de indiferencia, de autosuficiencia o pretendida y falsa invulnerabilidad. Esta nos protege y encumbra, pero también nos separa de los otros con actitud soberbia y “no nos deja ver el cielo, ver el fondo de la humanidad”. Ese fondo tan frágil y tan hermoso a la vez, porque justamente posibilita el amor, el cuidado, la comunión y la solidaridad.  

 

Todos somos humanos y todos somos carentes, todos vulnerables. En la medida que lo asumimos somos capaces de abrazarnos a la corriente de la vida, de amarillear y brillar juntos como campos de trigo que alimentarán a muchos, de ser copos de nieve que se unen y se hacen firmes para que otros se deslicen. He tomado con libertad esas imágenes antes citadas de la canción y ahora los dejo con ella entera, espero que la disfruten: https://youtu.be/5O2LXl4sXwo

 

Imagen: https://static.swhosting.com/blog/wp-content/uploads/2016/05/o-VULNERABILITY-facebook.jpg 

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