Los climatólogos están asustados.
El
termostato de la Tierra se ha roto. La temperatura de los océanos no
debería haber alcanzado estos máximos hasta dentro de 20 años.
El
sistema de corrientes atlánticas que regula el clima de nuestro planeta
está descontrolado. Desde México hasta Australia, los arrecifes de
coral están sufriendo un blanqueamiento que podría ser letal. Es la extinción masiva de nuestros tiempos.
Año
tras año, millones de personas deben huir por culpa de incendios
devastadores, hambrunas o inundaciones, y la situación no hace más que
empeorar. Nadie saldrá ileso de la crisis climática y nos afectará a lo largo de nuestra vida.
Y las próximas generaciones verán cómo la situación se vuelve más crítica.
Ahora mismo, nuestro movimiento tiene un papel fundamental que desempeñar. La batalla legal contra el gigantesco oleoducto de África Oriental pende de un hilo, las comunidades indígenas de la Amazonía necesitan apoyo para frenar la invasión de las petroleras y un posible proceso judicial contra BP por sus campos petrolíferos tóxicos está a punto de arrancar. Tenemos por delante semanas y meses decisivos.
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