Comenta José Antonio Pagola
SIN
EXCLUIR
Jesús
asiste a un banquete invitado por “uno de los principales fariseos” de
la región. Es una comida especial de sábado, preparada desde la víspera con
todo esmero. Como es costumbre, los invitados son amigos del anfitrión,
fariseos de gran prestigio, doctores de la ley, modelo de vida religiosa para
todo el pueblo.
Al
parecer, Jesús no se siente cómodo. Echa en falta a sus amigos los pobres.
Aquellas gentes que encuentra mendigando por los caminos. Los que nunca son
invitados por nadie. Los que no cuentan: excluidos de la convivencia, olvidados
por la religión, despreciados por casi todos. Ellos son los que habitualmente
se sientan a su mesa.
Antes
de despedirse, Jesús se dirige al que lo ha invitado. No es para agradecerle el
banquete, sino para sacudir su conciencia e invitarle a vivir con un estilo de
vida menos convencional y más humano: “No invites a tus amigos, ni a tus
hermanos, ni a tus parientes ni a los vecinos ricos porque corresponderán
invitándote... Invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú porque
no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos”.
Una
vez más, Jesús se esfuerza por humanizar la vida rompiendo, si hace falta,
esquemas y criterios de actuación que nos pueden parecer muy respetables, pero
que, en el fondo, están indicando nuestra resistencia a construir ese mundo mas
humano y fraterno, querido por Dios.
De
ordinario, vivimos instalados en un círculo de relaciones familiares, sociales,
políticas o religiosas con las que nos ayudamos mutuamente a cuidar de nuestros
intereses dejando fuera a quienes nada nos pueden aportar. Invitamos a nuestra
vida a los que, a su vez, nos pueden invitar. Eso es todo.
Esclavos
de unas relaciones interesadas, no somos conscientes de que nuestro bienestar
solo se sostiene excluyendo a quienes más necesitan de nuestra solidaridad gratuita, sencillamente, para poder vivir.
Hemos de escuchar los gritos evangélicos del Papa Francisco en la pequeña isla
de Lampedusa: “La cultura del bienestar nos hace insensibles a los gritos de
los demás”. “Hemos caído en la globalización de la indiferencia”. “Hemos
perdido el sentido de la responsabilidad”.
Los seguidores de Jesús hemos de
recordar que abrir caminos al Reino de Dios no consiste en construir una
sociedad más religiosa o en promover un sistema político alternativo a otros
también posibles, sino, ante todo, en generar y desarrollar unas relaciones más
humanas que hagan posible unas condiciones de vida digna para todos empezando
por los últimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario