Francisco: ¿Es un peligro o está en peligro?
"Bergoglio se atreverá a cambiar, si no lo matan antes; Ratzinger se ha retirado por miedo"
José
Manuel Vidal, 04 de agosto de 2013 a las
16:44
En menos de 5 meses,
Francisco se ha ganado la simpatía del mundo, se ha convertido en un líder
planetario de prestigio y ha vuelto a dotar a la Iglesia de la credibilidad y de
la confianza social que había perdido.
(José Manuel Vidal).- "Es un peligro para los poderes del mundo y de la Iglesia y, por eso mismo, está en peligro". Así de claro lo tiene el jesuita navarro José Enrique Ruiz de Galarreta, amigo del Papa Bergoglio desde que coincidió con él, hace 33 años, en el noviciado en Alcalá de Henares. En la misma línea se pronuncia el teólogo brasileño Leonardo Boff, uno de los máximos exponentes de la Teología de la Liberación: "Francisco está en peligro, porque, en el Vaticano, hay una historia de muchos asesinatos desde hace mucho tiempo".
Tanto el jesuita como el ex franciscano conocen al Papa
desde hace tiempo, están encantados con los nuevos aires que está imprimiendo a
la Iglesia y, por eso, le advierten. "Bergoglio
se atreverá a cambiar, si no lo matan antes; Ratzinger se ha retirado
por miedo", señala el compañero navarro del Papa. Y le da un consejo: "Que
renueve la plantilla sin suscitar demasiado odio; que se lo tome con calma, para
ir colocando a un equipo de su
confianza".
El teólogo de la Liberación, al que Ratzinger obligó a
guardar silencio, recuerda el caso del "Papa meteorito". "Juan
Pablo I reunió a los cardenales y les anunció que se iría a vivir fuera del
Vaticano. Dos días después, apareció muerto". Quizás por eso, Boff
invita a Francisco a "tener cuidado, porque donde hay lucha por el poder no hay
amor, y el poder siempre busca más
poder".
Ruiz de Galarreta y Boff no son los únicos en temer por
la vida del Papa. Obispos y fieles católicos de todo el mundo piensan lo mismo,
aunque unos se lo callen por pudor y otros por no tentar a la mala suerte. El
caso es que se extiende, entre el pueblo católico, la sensación de que el Papa
está en peligro.
¿Para
quién y por qué es un peligro el Papa
Francisco?
Hace poco más de 120
días que Francisco llegó al papado. Por sorpresa. Y es que, tras la
etapa reformista de Juan XXIII y Pablo VI (los dos papas del Concilio) y el leve
'apunte' de Juan Pablo I, que sólo duró 33 días en el solio pontificio, llegó la
involución, que, de la
mano de Wojtyla y Ratzinger duró 35 años. La Curia romana, que se
hizo con las llaves de la maquinaria vaticana tras dos Papas como Juan Pablo II
y Benedicto XVI que no gobernaron, quería ampliar el ciclo conservador en la
Iglesia. Por su propio interés.
Pero, Benedicto XVI, el Papa anciano y sabio, le rompió
el espinazo al poder curial. Hastiado de los "lobos"
de su Curia y sin fuerzas para limarles los dientes, ideó la "santa
venganza": Renunciar
para poner fecha de caducidad al papado y, por lo tanto, a cualquier
otro cargo eclesiástico. Al hacerlo, arrastró en su caída a todos los grandes
líderes de los lobbies vaticanos, que cesaron automáticamente en sus puestos
hasta que el nuevo Papa provea.
La
maquinaria romana se pone en marcha con el precónclave y el
cónclave. En ellos, los cardenales
"peones", hartos del mangoneo y de la mala imagen que la Curia proyectaba sobre
toda la Iglesia (con sus intrigas, luchas de poder, cuervos, Vatileaks y
mayordomos infieles) decidieron apostar por un cardenal jesuita latinoamericano,
austero, carismático y con dotes de mando y gobierno. Y eligieron al arzobispo
de Buenos Aires,Jorge
Mario Bergoglio, por una mayoría abrumadora: se habla de 90 votos sobre
115, superando los 84 con los que fuera elegido su
predecesor.
Y "desde el fin del mundo" llegó a Roma un
ciclón, una
especie de tsunami de Dios. Lleva poco más de 120 días al frente de
la Iglesia y ya le ha cambiado la cara a la institución. Me lo confesaba en Rio
el
cardenal Hummes, el que le susurró "no te olvides de los pobres"
inmediatamente antes de que fuese elegido: "El pueblo católico está de nuevo
feliz, está de nuevo con la cabeza levantada. Antes, andaba medio triste y
preocupado, debido a todas las crisis que se estaban descubriendo en el seno de
la Iglesia. Y hoy el pueblo ha recobrado la
esperanza".
En menos de 5 meses, Francisco se ha ganado la simpatía
del mundo, se ha convertido en un líder planetario de prestigio y ha vuelto a
dotar a la Iglesia de la credibilidad y de la confianza social que había
perdido. Llegó diciendo que quiere "una Iglesia pobre y para los pobres" y lo
está cumpliendo. Ha vuelto a colocar a los pobres en el centro de atención de la
institución y, para defenderlos, ataca sin piedad (desde la peana de su
autoridad moral) a todos los poderes que atentan contra los "vip de Dios". Tanto
de fuera como de dentro de la Iglesia.
¿Alguien
podría tener interés en matarlo?
Francisco señala
con el dedo al capitalismo salvaje y a los poderes económicos y
financieros que no redistribuyen la riqueza. Fustiga a los políticos
de todo pelaje y condición por utilizar sus cargos para su lucro personal, en
vez de ponerlos al servicio del bien común. Como un profeta del Antiguo
Testamento denuncia con palabras y con gestos e imágenes que calan hondo y
llegan directos al corazón del pueblo.
Su primer viaje fuera de Italia fue a Lampedusa, la
isla donde está recluidos en medio del mar, los emigrantes sin papeles que se
juegan la vida (y 20.000 la perdieron) para cruzar desde África en busca del
paraíso europeo. Allí los abrazó, los bendijo con un báculo formado por dos
palos de la madera de un cayuco naufragado, rindió homenaje a los muertos
y pidió
a Europa que los trate con justicia y dignidad y que los deje entrar en suelo
europeo. Al día siguiente, las huestes de Berlusconi le contestaron:
"Que los acoja el Papa en el Vaticano".
Y si con los poderes del mundo es duro, contra los de la
Iglesia utiliza el látigo, comoCristo
en el templo. No hay cosa que más le duela y más fustigue que los
"eclesiásticos príncipes", "enclaustrados en sus puestos", que "no salen a la
calle" ni a las "periferias existenciales" y que huelen
a Armani en vez de "oler a oveja". No quiere eclesiásticos aferrados
al poder, porque, en la Iglesia, el poder es servicio. O debe serlo. Y el Papa
sabe que, hoy, para que la predicación de la Iglesia vuelva a ser creíble tiene
que dar primero el trigo del ejemplo.
Él
sí predica con el ejemplo. Deja el
palacio, vive en una residencia de curas, renuncia a los capisayos y a los
oropeles, prescinde del papamóvil blindado, viaje en utilitario, lleva su propio
maletín y, en definitiva, se comporta como una persona normal. Vive con suma
sencillez y austeridad y toda su acción está dirigida a predicar la esperanza de
un Dios de ternura y de misericordia. Y pasar de una Iglesia malencarada y del
no a otra alegre y del sí.
Pero, con
su vida y con sus palabras, el Papa deja en evidencia a la jerarquía,
que sigue viviendo en palacios y desplazándose en coches de alta gama. Con sus
reformas, les está tirando abajo el "chiringuito" y eso la descoloca. Empezó por
reformar el propio papado. Pasó de un papado imperial a otro colegial. Por eso
nombra comisiones de cardenales y de expertos, para que le ayuden a reformar la
Curia. El próximo otoño jubilará a los máximos jerarcas curiales, empezando por
el Secretario de Estado, Tarcisio
Bertone, y convertirá el banco vaticano (conocido por las siglas IOR)
en una banca ética. Sin acceso al dinero y sin el control del poder, la Curia
volverá a ser un aparato burocrático al servicio del Papa y de las iglesias
locales.
Pero aún hay más. Tras
tocar la estructura del papado y de la Curia, Francisco está iniciando también
reformas doctrinales. En dos pasos. El primero, ya en marcha, es
cambiar la tendencia respecto a temas "delicados" de moral
sexual, como los matrimonios gays, el preservativo o las relaciones
prematrimoniales. Francisco sabe que no puede reconquistar a los jóvenes, si les
obliga a llegar vírgenes al matrimonio o a mantener relacione sexuales siempre
abiertas a la procreación.
El segundo paso serán los cambios en algunos temas
doctrinales concretos. Con prudencia y de uno en uno. El primero puede ser el
permitir el acceso a la comunión de los divorciados
vueltos a casar.
Y, si hay algo que pone de los nervios a los sectores
más conservadores y talibanizados de la Iglesia son las cuestiones sociales y
sexuales. En lo social, está ya muy claro que Francisco está de parte de los
pobres y contra los poderosos. En lo sexual, ha cambiado la tendencia y ha
pasado de la condena a la comprensión: "¿Quién
soy yo para juzgar a un gay?", acaba de
decir.
¿Cómo
evitar el peligro?
Como es lógico, el Papa cuenta con medidas
de seguridad. Las externas, que le ponen los gobiernos de los
diversos países, cuando viaja. Y las internas, su propio cuerpo de seguridad,
dirigido por el capitán Domenico Giani. Su 'ángel de la guarda' tiene 46 años y
es el jefe de seguridad del Vaticano desde 2006. Trabajó ya con Juan Pablo II y
Benedicto XVI, pero ninguno le dio tantos quebraderos de cabeza como el Papa
Francisco. Pura y simplemente, porque no quiere seguridad. Está convencido de
que el pastor tiene que estar entre las ovejas. Y, aunque no
tiene más remedio que plegarse a ciertos protocolos, los rompe continuamente y
se expone sin parar.
Ha jubilado el papamóvil blindado y se desplaza en un
pequeño Fiat. Y con la ventanilla bajada, blanco perfecto de cualquier mira
telescópica. Se
mete entre la gente, incluso en las favelas de Rio, y toma mate de un
vaso que alguien le ofrece al pasar en el papamóvil. Sin miedo a que
lo envenenen. Francisco sin miedo lo explica así: "Con menos seguridad, he
podido ir con la gente, abrazarles, saludarles, sin coches blindados. La
seguridad es fiarse de un pueblo. Siempre hay el peligro de que un loco haga
algo. Pero también está el Señor. Crear un espacio blindado entre el obispo y el
pueblo es una locura".
El
riesgo existe y Francisco lo asume. De
entrada y por convicciones pastorales y teológicas. Sabe bien cuál fue el final
de todos los profetas, empezando por el de
Nazaret.
¿Qué
ocurriría en la Iglesia, si se produjese un
magnicidio?
Tiene
enemigos dentro y fuera. Y muchos. Y,
encima, no quiere protegerse. El blanco es fácil. Tanto para un loco aislado,
como para un complot teledirigido. Desde fuera, al estilo del turco Ali Agca. O
desde dentro, como en el caso del malogrado Juan Pablo I, de cuya muerte siempre
habrá dudas, porque el Vaticano se negó a hacerle una
autopsia.
Si ocurriese algo así (Dios no lo quiera), ¿qué
pasaría en la Iglesia? En primer lugar, Francisco se convertiría en
un santo por aclamación popular y en el Papa mártir de los pobres. Pero, si las
sospechas recayesen en los hombres de Iglesia, ésta quedaríatocada
y, posiblemente, hundida. Poca gente volvería a poner su confianza en
una institución que elimina a sus mejores 'jefes'. Y, por mucho que lo
escondiese, no podría acallar las sospechas que, en el universo mediático global
actual, pronto se tornarían en acusaciones y deserciones masivas de fieles. El
descrédito de la institución sería
absoluto.
Si las sospechas sobre el magnicidio señalasen a los
poderes del mundo, la Iglesia saldría reforzada, buscaría un nuevo Papa que
siguiese la línea marcada por Francisco y ganaría fieles para su causa. Pero, al
mismo tiempo, cundiría la desesperanza,
sobre todo entre los pobres y la protesta. Y hasta puede que los
católicos hiciesen causa común con los indignados o se tornasen indignados que,
siguiendo el ejemplo de su mártir, saliesen a las calles "pacíficamente y sin
violencia, a proponer alternativas sociales a la luz del Evangelio". Una
revolución cristiana mundial, que se extendería por los cuatro puntos
cardinales, excepto, quizás, en Asia y en el mundo árabe. Vivo o muerto
Francisco es un peligro y está en peligro. Sólo Dios lo puede
salvar.
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