Vivir como resucitados
Cuando contemplo la
noche
y no me cierro a su
oscuridad
más densa,
sino que mi retina
estalla de admiración
en miles de estrellas
fugaces…
es tiempo de
Resurrección.
Si mi actitud vital
busca
pacificar tensiones,
renovar ilusiones,
tejer lazos de acuerdo,
liberar los corazones
del odio…
es tiempo de
Resurrección.
Cuando abrazo a alguien
que llora desconsolado,
cuando mis manos
cierran las heridas
causadas
por los zarpazos de la
vida…
es tiempo de
Resurrección.
Cuando siento a todos
como hermanos,
como ciudadanos
de un mismo mundo,
si les acojo y no les
margino
por su piel…
es tiempo de
Resurrección.
Si llevo una vida
sencilla,
sin dejarme consumir
por el consumo,
y comienzo a ser…
es tiempo de
Resurrección.
Cuando el silencio penetra
en la cama de mi alma,
me llena de paz
y me conduce al
encuentro
en soledad con mi buen
Dios…
es tiempo de
Resurrección.
Si mi existencia la
empleo
en una entrega sincera
hacia los empobrecidos
y marginados,
si mi felicidad es la
suya,
y son asiduos
en mi casa, en mi mesa…
es tiempo de
Resurrección.
Cuando comprenda que mi
fe
no tiene sentido
sin creer en la Vida,
en la Esperanza
de unos nuevos Cielos,
de una nueva Tierra,
y comprometa para ello
mi vida…
será el tiempo
de mi Resurrección.
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