Coincido con la
apreciación de Agustín Cabré respecto a la "papalatría".
Felizmente Francisco da pruebas
permanentemente de que quiere salirse del boato heredado de una Iglesia que fue
imperial desde su reconocimiento por Constantino.
De todas maneras, llevará mucho
tiempo salirse de las normas que fija el protocolo; pero, más allá de ello,
habrá que contar con la resistencia del común de la gente, que está formada
desde la escuela y desde los medios de comunicación, para mantener una actitud
genuflexa ante todo personaje que tenga algún atributo de poder.
En un mundo que inexplicablemente
sostiene las monarquías, con un público que se inclina ante la nobleza y que,
repitiendo el mismo esquema idolatra a los ricos y famosos cuya vida y milagros
son obscenamente expuestos a la mirada de sus admiradores, y se fanatiza ante
los ídolos del deporte o del espectáculo, el cambio no será fácil.
La tarea, a mi criterio, es
educativa. Se trata de "descolonizar", creando consciencia sobre lo
que nos iguala, más allá de las diferencias.
A la Iglesia también le cabe esa
responsabilidad, en la medida en que aprenda a despojarse de los privilegios
del clericalismo. Y es tarea de los laicos promover ese cambio desde el
ejercicio concreto de la fraternidad. Para ello contamos con el mejor Maestro.
Ese que vino a servir y no a ser servido.
Un abrazo desde la otra
orilla. Alicia