Anthony de Mello, cuenta que un sacerdote había delegado en su sub-alterno, (diácono) la tarea de saludar a la feligresía al término de la celebración dominical. Su secretaria en la biblioteca parroquial algo más atenta y escuchando los comentarios, le persuadió de que el saludo lo debía realizar él en persona; padre: ” Sería muy malo que al cabo del tiempo no conociera a sus feligreses”.
De modo que el domingo siguiente terminada la celebración, el sacerdote se encaminó al frente del templo para realizar el saludo.
Saluda a una, a otro, sale una señora con aspecto humilde pero muy bien vestida, el cura pensó se trataba de una nueva feligresa.
¿Cómo está usted? Me siento muy feliz de tenerla con nosotros” le dijo el presbítero mientras le tendía la mano.
“Muchas gracias padre…” replicó la señora, un tanto desconcertada.
“Espero verla a menudo por acá. Nos encanta ver caras nuevas”
“Sí, si señor…”
¿ Vive usted lejos de la parroquia?
La señora cada vez más desorientada no acertaba qué decir....
“Si me da usted la dirección, una tarde de estas iremos a visitarle con el diácono”
“Señor no tendrá que ir muy lejos, Soy su cocinera”
No hay comentarios:
Publicar un comentario